(des)encuentros

No nos conocemos.

En un lugar lleno de gente cruzamos, una vez, una mirada. Dices que te sonreí. Es probable. Suelo sonreír a los extraños sin darme cuenta. También le sonrío a veces a las paredes escritas, a las avenidas de toborochis, a los moteles.

Con las luces apagadas, tomo otro sorbo de té. Me cosquillea el paladar. Pienso en vos. Andas merodeando en mi cabeza estos días. Es algo irritante. Algo.
Me distraeré. Saco del bolso el libro del momento. Titula el año en que naciste. Podrías, por favor, dejarme en paz? Podrías al menos mantenerte fuera de mi cuarto? Cierro las cortinas. Son azules. La pared también. Así lo pedí yo.
Tu cuarto es verde, no? Así lo pediste vos?
No. Aquí no entrés. Aquí no entrés que estoy desnuda. Desnuda de las máscaras censuradoras que me pongo a menudo en público, con los que creen conocerme.
(bueno, también en cueros, si querés)

No. Callate, que no te escuchen. Que no te escuchen que qué van a pensar. Vos siempre tan impecable, paseándote siempre con esa amplia sonrisa. De esas que parecen pintadas. De esas que... iluminan cuartos? Era eso? Sí, creo que sí.
La taza de té vacía y vertiginosa me llama. Las hierbas verdosas que descansan en el fondo me llevan a tu cuarto.
Estás ahí, encurvado, de espaldas a la pared con un libro en la mano. Pretendes no verme. Qué toca hoy? No respondes. Me acuesto a tu lado. Pretendes no sentirme. Tengo ganas de llorar, de repende. Mi soledad me apavora. Me puedo apoyar en vos? No respondes.
Tus ojos corren atrás de las letras, hambrientos. Dónde estás hoy? No te vayas, no me gusta quedarme sola. Sabés lo maricona que soy.

Se enciende la luz de golpe, y me incendia las pupilas. La pared va recobrando de a poco su color. Azul.
Hola, qué tal? Cómo fue la conferencia?
Ah, que bien. Sí, yo las apago. Buenas noches.

Cierro la puerta. Siento el pecho oprimido e inquieto. Me tengo que sentar. Aquí, en la cama está bien.
Inhalo, exhalo.
Mejor.
Quiero otra taza de té. Tres es demasiado?
Nunca, decís bajito, lo siento detrás de la oreja. Deslizás tu mano sobre mi hombro. Ahí estabas, ahí estuviste todo este tiempo, sentado en la cama mirándome moverme a paso algo neurótico por mi cuarto, estudiándome a través del vidrio con una mirada furtiva y una sonrisa burlesca.
Te extrañé.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

(Que sí, que contigo sí...)

Anónimo dijo...

No llega. Quédese mi lamento.

Enrique Fernández García dijo...

Con el propósito de no incurrir en lugares comunes, tan sólo afirmo que quien inspira las postrimeras líneas merece ser envidiado.

Anónimo dijo...

como siempre..., tienes esta capacidad de asombrar hasta donde no sabia que se te podria reconocer tal asombro. como siempre mis versos quedan en pañales al correr a lado de los tuyos. como siempre vas a llegar a donde pocos llegamos, que es adentro... muchos nos mentimos diariamente y sobre las mentiras no se escribe, la tinta jamas seca, los versos resbalan y la literatura se estropea tanto como la conciencia. es el sentimiento de escribir lo que motivas, es esa emocion de de liberarse sobre las letras y derramarse sobre la libertad..eso de de lo que haces participe a todos, eso sera lo que te hace tan irresistible??. o es simplemente que tu entendimiento de esta vida es demasiado grande para nuestras rutinarias mentes...? un saludo colega existencialista

la mujer habitada dijo...

anónimo:
Contigo sí.
Siempre.

enrique:
Los lugares comunes suelen siempre estar ocupados, además, no nos dan todas las libertades de ser.
Gracias por pasarte, te espero siempre.

hombre en renta:
Que bueno tenerte por aquí, te extrañaba. Tus palabras, dulces como acostumbras, o no, son bienvenidas cuando quieras.
Un abrazo inmenso.

Anónimo dijo...

Paisana:

¿Es lícito utilizar las palabras de uno para evocar la piel de otro?

jorge angel dijo...

Interesantísimo relato, algo esquizofrénico, siempre aprendo algo cuando te leo.

besos

la mujer habitada dijo...

paisano:
Probablemente no, pero eso lo hace aún más gratificante e intenso. Lo intentarás?


jorge angel:
Esquizofrénico, no lo había notado.
Siempre aprendo algo cuando me lees.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Acabo de hacerlo.

Anónimo dijo...

mis paredes son rojisas y caramelo, las pedí así. (hoy me arrepiento, son muy intensas)yo con té no sobreviviría, necesitaría un poco más de maldad.